25 de abril de 2014

Evolución en la edad adulta de los niños que han presentado una psicosis infantil.


  
"La  descripción  de  los sujetos  afectados  de  psicosis  infantiles  y  que  han  llegado  a ser adolescentes  o  adultos,  conlleva  un  nuevo  agrupamiento  en  función  de la importancia  de  la evolución deficitaria del paciente o de su incapacidad para organizar su propia existencia.  

  Un primer grupo incluye tanto a los niños autistas que no han adquirido una utilización social del lenguaje, como a todos aquéllos cada vez más obstaculizados por inhibiciones psicóticas masivas. Su aspecto deficitario se ve más o menos acentuado por demandas sociales ineluctables pero que carecen de cualquier sentido para ellos. Las transformaciones de la pubertad afectan poco  a su  comportamiento  y  a  veces  no modifican  apenas sus  prácticas  masturbatorias.  La estancia prolongada de estos pacientes en hospitales psiquiátricos les plantea problemas difíciles a los equipos terapéuticos. El autismo provoca a menudo falta de solicitación y de estimulación, lo que determina el desarrollo de conductas automutiladoras a veces impresionantes, cuando estos pacientes se convierten en adolescentes o adultos (15‐A. Eberentz et al.; 16‐G. Poussin).  

  Algunos permanecen  largo tiempo  con sus familias, que  logran  equilibrarse en torno a ellos. De cualquier manera, estos sujetos sólo pueden vivir gracias a la asistencia de sus familias, mientras los padres puedan asumir esta tarea, o de instituciones, organizadas a menudo por asociaciones de padres, hospitales psiquiátricos u otros lugares de acogida.  
  Un segundo grupo incluye las psicosis precoces que han evolucionado más favorablemente (en particular, con adquisición del lenguaje) y las psicosis de aparición tardía. Aunque sea habitual considerar inaplicables, a este grupo, los términos de fase de latencia o de adolescencia, en su psiquismo se llevan a cabo un cierto número de transformaciones que por lo general no suelen abrir realmente nuevas posibilidades: el placer de desear no permite, en  la  adolescencia, una actualización controlable de la sexualidad infantil.  

  A veces la preadolescencia resulta menos accidentada que la fase anterior, y es posible 
negociar una readaptación escolar relativa. Por desgracia, es más frecuente que se trate de un equilibrio precario que no resiste ni a la emergencia de deseos sexuales, ni a la necesidad de transigir con el ideal del yo para aceptar una actividad profesional que conduce al sujeto a asumir su destino en un planteamiento desarrollado a lo largo del tiempo.  
  La salida de esa campana de protección que es la escuela, y la necesidad de someterse a un deseo ajeno orientado hacia objetivos anexos (adaptación familiar y escolar) conduce a menudo a enfrentamientos en los que el sujeto resulta siempre perdedor. Ante la herida que este fracaso comporta, las reacciones son variables. Algunos pacientes organizan un delirio, a pesar de lo cual no se asemejan más que muy remotamente a los esquizofrénicos cuya psicosis se hace patente más tarde. Las diferencias residen en su aspecto menos disociado, su mayor ingenuidad, una cierta egosintonía con sus síntomas, y a veces el carácter más suave de su angustia.  

  Otros  sujetos  vuelven,  más  simplemente,  a  sus  anteriores  actitudes,  cada  vez más desinsertadas de su finalidad primitiva, con un matiz depresivo que no puede dejar indiferente al clínico.  

  Tal fue el caso de un paciente que, al salir del autismo, había adquirido el lenguaje y había logrado integrarse en una escolaridad lenta hasta finalizar los estudios secundarios y entrar así en una escuela privada de diseño industrial. Durante todo este período, resultó llamativo, primero, su interés  preferente por los mapas geográficos, y luego su pasión por los países fríos, el norte canadiense  o  siberiano.  Terminados  sus  estudios  técnicos,  un feliz  azar  permitió  que  fuera admitido  en  una  importante  empresa  industrial...  en la cuota  reservada  para  minusválidos. 

Provisionalmente satisfecho en el plano profesional, estaba muy triste por vivir solo y se sentía rechazado por todos sus compañeros de trabajo, para los que era la cabeza de turco. Les pedía a los psiquiatras, no que le trataran, sino que le presentaran chicas. Al cabo de algunos años, no soportó más las bromas y las agresiones a menudo brutales de los otros compañeros y la ausencia de toda promoción le resultó particularmente injusta. A consecuencia de una discusión con un colega, fue despedido y se benefició de una pensión de invalidez. Continuó buscando un trabajo y una mujer, y proyectando viajes al Polo Norte (a donde, por otro lado, había ido de vacaciones varias veces).  

  Como se ha dicho antes, es probable que otras circunstancias, más favorables, permitan a pacientes  similares  una  vida  social  aparentemente  más  satisfactoria.  Pero  ningún equipo psiquiátrico tendría nunca la pretensión de organizar su destino." 

La cita corresponde al siguiente texto. Los subrayados son nuestros. 
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